Verte caminar desde lejos, implicaba en mi muchos sentimientos. Verte caminar hacia mi direcciĆ³n, sabiendo que podĆas hacer cualquier cosa, pero preferĆas estar conmigo, hacĆa que mi pecho se llenara de aire de lava, caliente, como la igniciĆ³n de una estrella.
Esa tarde, al verte, te adueƱaste de mi, esa tarde... cuando explotaste y te expandiste, llenando todo de luz, disipando la neblina y menguado la penumbra.
Te adueƱaste de mi centro, de mis extremidades, llenĆ”ndolo todo de ti, fresco, como agua de rĆo paramero, blanco, como espuma de mar caribe.
Te convertiste en la medida de mi tiempo, volviendo tu ausencia en horas derretidas que se elevaban al cuadrado, donde un dĆa duraba una semana y una semana un mes, todo parecĆa mĆ”s lento, mĆ”s oscuro, pero cuando llegaba la hora de verte, el tiempo competĆa con mis ganas, en cada segundo entraban 4 y hasta 5 latidos, todo corrĆa tan rĆ”pido, que las personas que pasaban a nuestro lado tenĆan rostros borrosos, donde solo existĆa el mar negro de tus ojos, donde nos compenetrĆ”bamos y le ponĆas nombre a cada peca de mis hombros y apellido a cada lunar que habitaba en mi cuerpo, asĆ nuestras esquinas se volvĆan curvas y nuestros bordes no tenĆan fin.
Me inundaste tanto, que hacĆas que me desbordara por mis caderas, me sabĆas a tierra mojada y por donde pasaba mi lengua brotaban en tu cuerpo girasoles del tamaƱo de mi cara. Me chapoteaste con tu brisa de estrellas, reduciĆ©ndome tanto, que cabĆa en tu mano izquierda convirtiendo tus dedos en caminos de piedras que desembocaban en mi mar adentro.