"Los labios del mar", los ojos del
viento, ¿Su risa?, su risa pintaba tonos violeta en el ocaso, como si cada
movimiento suyo se tratara de una conspiración con el universo; su cabello
rizado jugaba en la espuma del océano; su voz era como el susurro de un deseo,
como un secreto que tiene como único cómplice una estrella fugaz. Así pinta mi
universo tu andar, un oasis en el desierto de la desesperanza, en el cementerio
de la batallas perdidas, pero… pero eres pequeño, como el rayo del sol que se
cuela entre las nubes grises, muy pequeño como el escalofrío después de un
estornudo, tan pequeño y subjetivo como una partícula del tiempo, a veces
eterno, a veces un parpadeo, porque a veces te pienso y… y a veces simplemente
olvido hacerlo.
Te acuerdas el día que estábamos
sentados a orilla del adiós, en silencio, como si el tiempo no transcurriera,
me volteé para mirarte y te dije "El odio es el sentimiento más real de
todos" al terminar la frase me miraste como si estuviese loca y respondiste
"Odiar es malo" junto a tu respuesta solté una carcajada
estruendorosa, como si se tratara de una especie de burla o chiste y exclame: ¡No
seas hipócrita! El odio es el primer sentimiento real que experimentamos,
nacemos llenos de odio por el doctor que nos saca de la comodidad del vientre
materno; lloramos con odio por esa persona que nos lastimó; reímos con odio al
ver a nuestro enemigo abatido; besamos con odio a esa persona que queremos pero
nos lástima, (como te he besado a ti cientos de veces, con esa furia
incontenible, como si te quisiera arrancar el alma por la boca); queremos con
odio porque aunque lo negamos el amor que recibimos nunca es suficiente (el
amor que me das no es suficiente y te quiero con odio por no querer saciar mi
sed); observamos con odio nuestro pasado, las veces que hemos caído y no
hemos sabido levantarnos y cuando lo hacemos, es por odio, por orgullo, por no
querer aceptar que nos equivocamos; respiramos con odio, ese aire que nos
asfixia, ese aire de odio que nos envenena y llena nuestra pulmones de
concreto, por eso quiero decirte que ¡TE ODIO! Porque el odio que siento al
verte es lo más real que tengo, porque te quiero pero la mayor parte del tiempo
lo hago con odio. Al terminar mi razonamiento, me miraste con un brillo extraño
en tus ojos, con algo que detesto admitir, pero creo que era lastima, ¡Me
miraste con lástima! Como se mira a un perro callejero, como se mira aquel
paciente enfermo en su lecho de muerte, mi odio se incrementó y lo volví a
gritar “¡TE ODIO! ¿NO ME ESTÁS ESCUCHANDO? ¡TE ODIO!” al ver mi desespero sonreíste y
contestaste “Lo sé cariño, gracias por quererme con lo más real que tienes… tu
odio”.