Gravedad Cero

6/23/2019 05:25:00 p. m.

Anoche soñé que volvía a escribir.


Estaba en un río y el agua acababa todo a su paso, entraba por todos los agujeros, arrastraba las piedras y rodaban con tanta fuerza que, crujían, crujían como mis huesos.


Llovía, y se hacían charcos en el suelo, charcos en el techo, charcos en mi alma, donde chapoteaban todas mis tristezas sumergidas hasta el cuello, como si las hubiese sacado a nadar.


Y estábamos ahí, mis tristezas y yo, con sus caritas llenas de lágrimas brillantes como espejos que miraban en mi dirección... porque era mi cara llena de lágrimas, cayendo de mis ojos, de mis cejas, de mis pestañas, inundando todo a su paso, llenando los agujeros de agua salada, llenando los espacios vacíos, arrastrando a su paso todos los logros, todas las risas, todos los sueños, los amores, los sitios donde no estábamos juntas mis tristezas y yo, opacando los lugares felices, oscureciendo los recuerdos a su paso, cortando la copa de los árboles, pudriendo las raíces, poniéndole seguro a todas las puertas y engullendo las llaves.


De repente ya no estaba sola, ya el agua no me sabía a sal, ya no sentía frío, ni hambre y solo estábamos ahí, mis tristezas y yo, contemplando el vacío inminente de la nada borrando todo a su al rededor, estamos ahí en el borde del precipicio, tomadas de la mano, tan llenas de nada, tan pesadas como el plomo, llenas de goteras, llenas de descocidos, de botones faltantes por donde se sale el relleno, por donde se salen las tripas, intentando ocultar el desorden, grapando los ruedos sueltos, intentando mantener algo más que la cordura, porque ya ni eso basta, sin tregua, en una guerra sin acuerdos de paz, sin diálogos, sin banderas blancas y sin permiso a rendirse, ni bajar las armas.


Porque están aquí pegadas a mi, como chicles, como mocos, se cuelgan de mis insomnios, me saltan en el pecho, me tapan la nariz, me cosen a la cama, no me dejan levantar y son tan pesadas, que cárgalas resulta extenuante, como un hilo sosteniendo un barco. Y así se hagan pequeñitas, escurridizas, que nadie puede verles, así se vuelvan transparentes o llenen su cara de risas burlonas y salten y se vayan al cine y llenen sus panzas de helado... siguen pesando tanto, que a veces, resulta más fácil sumergirnos juntas en este charco de aceite.


Y se desnudan y se ponen al sol, mostrando sus cicatrices, lamiendo sus heridas abiertas, que me duelen más a mi que a ellas y me muestran las fotos de los momentos más tristes de mi vida, donde nacieron ellas, donde yo las parí y arman un desfile y organizan un paro armado de momentos azules y me gritan orgullosas con sus caritas pintadas que no se alejarán de mi, que se pegaron a mi sombra y así el sol brille con toda su fuerza y el aire intente despegarme del suelo, ellas me sujetarán a la tierra, porque aquí no hay estado de gravedad cero.

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