32 veces.

11/12/2013 06:00:00 p. m.

En cierto modo me siento libre, aunque esté condenada, aunque sea esclava de mis impulsos, pero libre en medio de la desgracia... de mi desgracia.


Condenada a vagar, a repetir errores, a jurar cada 3 meses que no lo volveré hacer y repetir el proceso.

Mirar el sol fijamente, ver círculos por todos lados, mirar el sol fijamente, ver círculos por todos lados.

¿Cuántas veces debes repetir una palabra para que pierda todo sentido? Tú, tú, tú... 32 veces, tu nombre ya no tiene sentido, tu nombre ya no tiene sentido.

Salir de casa, dejar las llaves, volver a casa, olvidar por qué regresé.

La lista de quehaceres, la agenda que prometo llevar organizada todos lo años sigue en mayo y ya es noviembre. El señor de al lado huele raro.

Mirar por la ventana, me gusta la palabra Constantinopla, ¡coño dejé las llaves!

El calor inclemente, el perrito de la calle, no me gusta que me hagan esperar.

Las horas pasan, las medias horas también, ¡odio que me hagan esperar!

El problema está en que sé exactamente lo que quiero, tanto así que no puedo conformarme con esto.

Es que el problema eres tú, yo estoy perfectamente cómoda sentada en la sala de tus excusas, que brincan y me salpican su desgano.

8:51 PM, 2 horas de retraso.

Jah, Cómo cambian las cosas.

Yo aquí parada, detenida en el tiempo, jugando a ser Dios moviendo las agujas del reloj, borrarte ¿o no borrarte?, largarme de este pasado absurdo, cortarlo de raíz, sin papelera de reciclaje.

Tengo que llegar a casa antes de la media noche, porque después los taxistas se vuelven malandros.

Se empieza a sentir el frío de la media noche, helándome algo más que las manos. Siempre me arrepiento de ceder ante tus ruegos.

Caminar hacia la parada de taxis, ese no porque no es de linea.

¡Sorpresa!, otro taxista que se cree periodista informándome de todos los planes de conspiración que tiene el gobierno.

Buscar en todo el bolso, sentir los bolsillos de la chaqueta ¡coño, boté las llaves!

Esperar 10 min afuera de la casa reventando el timbre.

No tengo ganas de pensar en esto, la gastritis me sube a la tráquea.

Subir a la habitación, ver las llaves sobre la cama.

Qué desgaste emocional tan rudo implica salir con alguien, qué perdida de tiempo, qué ganas de no hacer nada.

Es que casarse con alguien es casi tan absurdo como casarse con una ideología.

Tirarse en la cama y querer fundirse con las cobijas.

No sé, tal vez, si tan solo...

Debo repetirte otras 26 veces para que ya no tengas sentido.

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